EstebsRH

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Borrador Principal


La última noche del escritor

Caían ya las últimas bocanadas de aire del escritor, aquel bohemio que en su vida no vio más consuelo que la ignorancia propia. Solo y tirado en una cama dura en un apartamento sobreestimado que al último momento fue criticado indirectamente por sus congéneres; en vida se ganó el odio y la admiración a partes tan iguales que hubo tantos premios como ensayos en su contra. Creía recordar hace tiempo como pudo ver uno de sus cuentos en el plan estudiantil de un colegio rural, un pequeño curso de comprensión que le valió una pequeña alegría hasta que años después una revista mataría su pasión.

No quería saber si sería recordado como un prócer o como un mezquino grosero acusado de fascista, en su memoria era lo que menos valía. Recordaba cómo había sido reconocido por sus iguales como un maestro y a la vez veía en sus periódicos mordaces críticas de sus “estudiantes”. Algunas ves quiso poner en manifiesto su hipocresía, pero hervir el ambiente hubiera secado su carrera. Apenas dos noches antes había terminado de escribir su último cuento, 20 páginas de un texto lírico y canturreante sobre un hombre al cual le era imposible emitir sonido alguno, ese hombre que caía en el olvido y el frío desaire a los 5 minutos de su silencio, haciéndolo sentir desaparecer y que decidía hacer lo más horrible para mantenerse en la mente de los demás.

No quería que lo publicaran, quería que lo quemaran. Más cruel y sincero en su símbolo que en sus ensayos ficticios que por el dinero escribió, convenciéndose de su arte ilusionada; criticaba al mico del norte y a la rata del sur como bulliciosos bajo la sutileza de su habilidad para esconder la verdad directa en florituras y vocabulario en veces pedante e incompresible. En sus años de gloria había escuchado una historia de un hombre que luchaba por aferrarse a la realidad cuando nadie daba cuenta de su existencia. Fue su inspiración, inspiración que quiso honrar con el símbolo de su último aliento como un grito de “nada importa”. Eran las últimas fuerzas que le quedaban y ya había visto una luz, más no un túnel.

Una suerte de ángel encapuchado, y sin alas de un brillo áureo y vítreo, que además portaba grandes códices, se le había posado en frente. No se esperaba tal imagen como el último vistazo que daría al mundo ni sé imaginaria lo que escucharía, las almas encapuchadas, turbadas y marcadamente abrumadas lo tocaron, las sintió cerca, sintió el frío de un muerto en sus guantes y escucho sus nombres, nombres grandes y sonoros, nombres viejos que se leerían en las portadas de su biblioteca. La luz fue muriendo y los parpados le pesaron, resistió, más que por unas ansias largas de vivir por un último acto de rebeldía, y entonces alcanzó a escuchar “descansa, eterno e inolvidable Chano” y no supo más, lo último que escuchó fue esa voz que respondía al nombre de Víctor leyendo al escribir "y finalmente un cinco de diciembre a las tres con treinta y tres de la madrugada, el que sería considerado el padre del relato corto latinoamericano daba su último aliento solo y olvidado" sintiendo que todo volvía a empezar.


Las tres de la madrugada vislumbraba en el abuelo puesto de pie en la esquina, el constante tik tak del mecanismo y la luz nociva de un viejo televisor de perillas mantenían en vela el Doctor Macando, que por la cantidad monumental de café que en la mañana nocturna anterior tomo para poder culminar su labor.

Alumbrado solo por la luz en blanco y negro, sentado en su sillon inexpresivo. Esperaba el momento para volverse a subir a su silla y rodar hasta su oficina.

No había reparado en métodos para dormir, aguas de camomila, somníferos, incluso intento no tomar café. No había logrado conciliar el sueño y ni el descanso llegó a su mente. Sabía que por esto repetirá al día siguiente, cuando la media bolsa de cafe en grano grueso vuelva a quedar en su taza personal de medio litro.

La programación de esa hora era poca, solo dos canales de los 27 que captaba el televisor tenían programación en la trasnoche. Uno era un canal de películas viejas donde siempre a las mismas horas pasaban una película del gordo y el flaco o de los tres chiflados y más raramente, Cantinflas. A otras horas disfrutaba de las viejas actuaciones de Van Damme o trataba de ser vislumbraba por el ciudadano Kane. Pero la reiteración había matado ese infantil sueño de quedarse despierto la noche entera.

Muy alzadas las cuatro y media, el baño era su compañía, la vejes lo había postrado por un fallo en la rodilla, que si bien era fácil de componer con un reemplazo de esta, el tiempo lo ocupaba para otras vicisitudes más resaltantes. La logística del baño le obligó a instalar un bañera y a brincar en un solo pie, además de usar más gomas de baño de las esperadas para evitar caerse, o si se duerme, ahogarse.

Son 15 minutos de paz para el, el jabón y el olor a lavanda con amoniaco (con el cual se limpiaba el baño) le daba la vitalidad familiar de reposar y no pensar en su itinerario, las paz se acababa a las 5 cuando se secaba y toma su silla, una silla de oficina que a su visión era más manejable y maniobrable. tomaba su ropa y la larga bata que es sus tiempos le valió títulos de orgullo; su aspecto ya no le importaba como antes. Era descuidado con su pelo canoso que parecía ya peluca, y sus ropajes más que para elegancia y eficiencia eran ya solo para su comodidad pues hiba en pantuflas y ropa ancha hasta las pocas reuniones anuales.

A las cinco y media desayunaba, dos huevos revueltos con tostadas y un poco de ciboulette, siempre con la pasión según San Mateo de fondo. Se lavaba los dientes y con el improvisado baston y la silla salía de la pensión del sitio y rondaba el kilómetro y medio hasta su oficina, en silencio para no alterar ni a las anomalias ni al personal que descansaba. Siempre a las seis con cinco minutos la doctora Vander que hiba hacia su oficina lo saludaba y a las y quince con su llave abría la puerta de la oficina para volver a intoxicarse con la luz de la pantalla del computador y el tedio de la radio trabada desde el 2005 en la misma canción, iniciando nuevamente la rutina. O al menos eso esperaba.

A las ocho de la mañana, después ya un buen rato digitalizando archivos, recibió un correo que alteraría su tortuosa paz. Merlín, el director exigía su presencia antes de que el reloj marque las ochocientas treinta horas. Sin más, sorteo con su silla las pilas papeles, y empujando con su bastón, llegó a la oficina, oficina que cabe resaltar estaba en la quinta planta. Macando dio tres suaves toques, y antes de poder dar el cuarto, la voz tenor del director dijo secamente "entra". Abrió la puerta no sin esfuerzo y paso, era un oficina pequeña, relativamente; había un ficus bien cuidado al lado de la puerta y aparte del escritorio habían dos sillas y un archivador con un cactus pequeño encima, y detras del director, una ventana abierta.

En una de las sillas estaba sentada una figura grande, parcialmente desgarbada, sin bata en traje negro, con un matorral de rulos toscamente peinado.

-¡Papá!- grito con palpable emocion la figura. Quien se levantó rápidamente para alzar en un fuerte abrazo la pequeña y arrugada figura del doctor Macando. Después de darle un suave beso en la cien, lo vuelve a colocar en su silla.

-¡Ay papá! No sabes lo feliz que me hace verte- dijo, mientras en rápidos movimientos componía su traje. El era el hijo de macando, Juan José Macando Vargas y actual director del departamento de GDI. Quien también había sido llamado por el director.

-Mhmm- aclaro Merlín sonoramente su garganta. -agradeceria que se sienten- dijo el director.

Juan José apresuró su paso, movió la silla que a su lado estaba y con el mismo empuje llevo a su padre hasta ahí.

-Seguramente no sepan por que están aquí, al menos Marco puede que si, solo si leyó la sección de literatura del matinal de esta mañana ¿Lo hiciste?- empezó Merlín.

-La verdad es que no, mientras desayunaba vi una película, no recuerdo cómo se llamaba. Era de los hermanos Marx. El punto es que no lo leí.

-Chano Lopera falleció anoche y su cadáver desapareció, el penúltimo de los vigilados murió. El agente Rigoberto pudo ver desde su puesto de vigilancia la misma luz que se vio las veces anteriores. Los biógrafos siguen activos.

-¡Que! Creí que el operativo de la COG durante la muerte de Octavio Paz fue suficiente para detenerlos

-Tambien pensamos eso, cuando no aparecieron en la muerte de Cabrera Infante estábamos seguros que ya no había más biógrafos. Por el momento seguimos vigilando a Vargas Llosa, pero además de eso el comité y yo decidimos reanudar tu investigación sobre los biógrafos. Serás reintegrado como agente, se mantendrá tu nivel de seguridad y contaras con ayuda y disposición directa del director de tu departamento.

-Si papá, vamos a trabajar juntos por primera vez- dijo JJ, con tono de emoción ahogado. -Ya verás que podremos dar el carpetazo.

-Juan, por favor no digas "Carpetazo". Merlín yo ya estoy viejo, dentro de dos meses cumplo 77 y llevo 16 años sin hacer trabajo de campo ¿Que clase de desición fue esa?

-Fue una desición casi unánime, solo el doctor Dowell se opuso… Macando, te voy a ser franco, el caso fue archivado después del operativo de la muerte de Octavio Paz, además que poca era la información fáctica sobre los biógrafos. Nadie sabe cómo manejarlos, solo tu, al menos por el momento. Tus investigaciones de campo te hicieron un "medio experto". Te recuerdo que fuiste tú quien sostuvo hasta comprobación la naturaleza humana de estos "Biógrafos"- Replicó Merlín, con un tono más vacilón.

-Si no hay de otra, sera- Macando se frotó los ojos.

-Si no hay más problemas, ve cambiate y empaca; salen en dos horas a Córdoba, Argentina. A la casona de vacaciones de la familia Lopera. La habitación donde murió está impoluta y la copia del cadáver de Chano fue "entregada" a la familia- dijo Merlín sonriendo extrañamente efusiva.

-Vamos papá, te ayudo a llegar-

-No, espérate ¿Puedo preguntar algo sobre el caso?-

-Claro, solo dilo- dijo Merlín

-¿Que le pasó a la copia del cadáver de Cabrera Infante?-

-Ah… Fue animado y usado por el departamento de tanatología para un experimento con unos manuscritos, creo que se publicó en el 2008- dijo Merlín, visiblemente incómodo.

-¿Que?- dijo Macando más confundido que de costumbre.


Macando y su hijo llegarían a la pension en la que vivía después de un camino silencioso donde solo se escuchaban los suaves quejidos de dolor de Macando. Juan no se digno a hablar, llevaba sin ver a su padre ya varios años y verlo tan cambiado lo llenaba de nostalgia. Sabía que podía contactar con él por cartas o teléfono, pero desde la digitalización que ya no se enviaban cartas entre sitios y su padre, cabeza dura como el solo, se negaba a aprender a usar un teléfono celular.

Juan no era de esos hijos desarraigados, de esos hijos que al dejar el nido olvidaban sus apellidos. Juan era uno de esos hijos, que en condiciones normales, aparecería cada sábado o domingo con un poco de alcohol, carne y una bolsa de carbón en la casa de sus padres. Adoraba a su padre. En cambio, Macando, curtido por el tiempo y las decepciónes había empezado a aborrecer la compañía, y de cierto modo, a la gente. Había dejado de ir al comedor de sitio y no cruzaba más palabras que simples saludos, tal era sus ganas de aislamiento que se puede asegurar sin faltar a la razón y la verdad que había pasado un año entero sin proferir palabra alguna.

-Pasa- dijo macando secamente mientras con su mano señalaba a una habitación oscura, miasmática y opresiva por el desorden.

-que lugar más acogedor- dijo claramente mintiendo, para después sentarse en una silla coja.

Macando camino un tiempo desorientado por la habitación, como si buscara algo y a la vez no supiera que es lo que buscaba. Movió cosas por las repisas, y las pilas de folletines informativos en la mesa, después, simplemente abrió las persianas, las cuales dejaron a su paso una densa nube de polvo gris.

-Aja- dijo Macando, feliz de encontrar algo que ahora yacía entre su puño. -¿Quieres algo de comer? Tengo tinto, agua…- Huele por un momento un envase Tetrapak de jugo de manzana para después hacer un asco imperceptible -Y agua, si, agua-

-Dame agua, por favor pa-

Macando serviría un vaso de agua y se lo entregaría a su hijo para después, con lo que tenia en el puño, un llavero; abrir un viejo armario con las bisagras oxidadas. Macando saco una pequeña maleta que en su tiempo debió ser negra, dos pares de pantuflas, una vieja bata, un traje con unas zapatillas y ropa interior, que después embutío de mala manera en la maleta.

-Estoy listo- dijo con la frente sudada y con una expresión cansada. -vamonos-

JJ lo vio un rato, notó como iba vestido, una camisa de algodón gris hecha hurones, un pantalón deportivo abombachado, la bata (que aunque no tuviera responsabilidades que la involucrarán, usaba para protegerse del frío tipo de los lugares antisépticos) y unas pantuflas a cuadros.

-tu no te vas a ir asi- dijo seriamente.

-no, así me voy a ir, puedo quitarme la bata pero así me voy- dijo Macando, francamente enojado

-¿Porque?- exclamó JJ, recordando una versión más pulcra de su padre

-por que el resto de mi ropa se la comieron las polillas-

-ah- acertó en decir JJ.


Un grito cruzó el cielo. Macando había olvidado el cómo era viajar en avión y por ello, y por qué se volvió a encontrar con su hijo, sus nervios está bastante alterados. Respiraba como toro enojada y sentía que su pecho le pesaba, y JJ, atento a su viejo padre pensaba en como calmarlo. Decidiendo conversar.

-Papá, una preguntica; realmente no tuve tiempo de leer el informe de tu investigación- dijo con parsimonia

-Habla- dijo, expresando perfectamente la tensión

-¿Que paso con Octavio Paz?-

-¿¡Quien es Octavio Paz!? Ahh maldi… ah- dijo peleando con peleándose con el cinturón de seguridad, pues que no sabía cómo ponerlo a su acomodo.

-Octavio Paz, el poeta. Tu y el director hablaron de su muerte hace 40 minutos- dice JJ mientras le acomodaba el cinturón a su papá, acción que de cierto modo le despertó un viejo recuerdo.

-Asi, ese viejo chachalaco ¿Que estábamos hablando de él?- dijo ya más calmado, buscando con la mirada algo alrededor de su asiento.

-El operativo de la COG durante su muerte- dijo de forma condescendiente mientras le entregaba la revista que buscaba a Macando.

-No se mucho, solo se que llegaron con una información que les dio la mano, esperaron que aparecieran y atacaron- Suspiró -Tomaron todo lo que pudieron de ellos, no tomaron capturados y se fueron-

-¿La mano de la serpiente colaborando con la COG?- dijo bastante extrañado JJ, mientras abría la mesilla de su asiento.

-Si, es de la poca información relevante que han compartido de ese operativo más allá de minucias. La otra cosa destacable es que en la mano los apodan "Los taxidermista"-

-¿Y ya? Tiene que haber mas información-

-No realmente, solo unos pocos nombres ahora irrelevantes. En el departamento habían conjeturas, pensábamos que la mano colaboró con la COG por que los biógrafos hacían algo peor que destruir o "encarcelar" (por el apodo no hacíamos una idea). También que, al mismo tiempo de la manifestación, hubo un operativo paralelo en una base de ellos-

-Realmente dudo que la COG haya "apoyado" a la mano solo por una discordia ideológica-

-Obvio que no, debió haber un móvil detrás, algún móvil equivalente a querer revivir a putas Francisco Franco-

-¿Enserio no hay información?; debe haber-

-¿Que te dije chamaco? No hay nada. Ahora déjame que me voy a dormir- dijo, colocándose un almohadón para el cuello.

-Descansa apa- dijo JJ, visiblemente triste.



Borradores Secundarios



Pata Negra


La atmosfera era inmunda, cargada de olores disimiles y embriagantes que llenaban el habiente; formol, legía, marihuana y tiempo. La oscuridad lo llenaba todo, las luces de neón se fundían con los vapores y los humos que lo saturaban todo, los ases se arremolinaban a la vista sin forma verdadera. El alto y escuálido hombre, que parecía mas una bolsa de huesos rearmada que algo vivo, se había escurrido por la cortina de cuentas hacia una habitación, que tal como una olla a presión; bullía en todos sus rincones con el calor más andaluz. En la habitación yacía en una montaña de pufs y almohadones acomodados a girones, el hombre quien lo pedía en presencia. Aquel infrahumano asqueroso, era mórbidamente obeso, pálido como la más pura cocaína, sin llegar a ser completamente blanco; calvo, con uno o dos pelillos rebeldes, grandes orejas de lóbulos largos y salva decir que la papada le colgaba hasta el esternón. Era Ramone “Pata negra”, apodo controvertido puesto que hay quienes dicen que se debe a que en su tiempo de juventud logro matar a un enemigo de una sola patada, quedando su pie negro por la sangre seca, otros dicen (y es la que más lógica tiene) que es por la gota no tratada.

Rodeado en su amoldado lecho por lámparas de neón que le daban un aire casi mesiánico; estaba acompañado a su izquierda de una elegante dama en vestido rojo, estrambóticamente maquillada. Él la agarraba por la cadera mientras fumaba un cigarro de un aspecto más mortal que de costumbre. A su derecha, un o una joven (no sabría decirte) en ropajes ajustado que lo abrazaba por la barriga viéndole fijamente al cuello. Era una imagen decadente, pero aun con eso, el escuálido sabía que era lo último que vería antes de morir.

Hacia unos diez años y medio, el agente Felipe Godoy Alsogaray de inteligencia y contrainteligencia, había empezado una de sus misiones más difíciles, casi suicida dirían algunos. Misión encomendada por el (en ese entonces) subdirector del departamento, el Doctor macando; matar a Pata Negra, el jefe del grupo gaditano mayor.

Originalmente un hombre esvelto, bien cuidado y parecido, fue la mano derecha de alias “Sirloin”, anterior capo del grupo gaditano mayor y al que mato con una botella de absenta que rompió con el costado de una mesa. Esto, según las normas del colectivo; lo volvía automáticamente el líder del grupo gaditano mayor. Grupo que controlaba el puerto de entrada más importante de Europa, Cádiz. Por ello, Pata negra manejaba la entrada de tanto droga anómala como no anómala a la península. aunque su nombre era famoso bajo el velo, su poder se extendía más allá, mucho mas allá. Este poder lo volvió el objetivo más vital para la fundación y la COG, empezando ambos una caza de cabezas que duraría 12 años, hasta que Alsogaray, o como era conocido dentro del grupo gaditano mayor; “el gurre”; muriera de un efectivo dispara entre las cejas a los albores de la canícula de agosto.

Su misión, con nombre en clave “Maduración de carne”, se había construido en dos fases. La primera, labor de la fundación y Alsogaray; llamada “salazón” consistía en la infiltración en el grupo gaditano mayor. En 1996, inoculado con un disparador taumatúrgico, Alsogaray entraría al grupo como un enviado desde las canarias, quien viajaba cuidando la carga mientras llegaba a Cádiz. De ahí, su labor seria ganarse el favor de pata negra.

Durante los primeros dos años, Alsogaray fue nada mas que un matón menor que no tenía ninguna razón más que servir, fue después de que Alsogaray matara a alias “madame Armando”, jefa del grupo “la navaja de Albacete” y quien pretendía una guerra abierta por control de Cádiz; que “el gurre” estaría mas cerca de pata negra. Durante los siguientes 10 años, Alsogaray fungiría como una mano derecha, asegurándose de eso, puesto que tuvo que matar a mas de uno de pretendía su puesto.

La segunda fase, natural de la COG, y con el con el nombre en clave “curado”. Fue la última fase, un lento asentamiento en Cádiz, lento para no despertar a la ballena asesina. Fueron 10 años en las que un pequeño batallón de 60 hombres de armas acorraló a Pata Negra entre el mar y sus subfusiles. Ellos no dispararon hasta que el disparador se activó, cuando pata negra mato a Alsogaray por la desaparición deliberada de 4 kilos de la más buena. El disparador emitió tal chirrido, que nadie supo bien que paso después. Fue rápido y efectivo. En menos de 30 minutos pata negra yacía con un disparo en la cabeza y sus acompañantes capturadas para tomar declaración. Pata negra había muerto y Cádiz había perdido un jefe.

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